BIM en estudios de arquitectura pequeños: ¿merece la pena?

Arquitectura Tecnología
Imagen de una mano sosteniendo un bolígrafo mientras dibuja unos bocetos hecha por MOMP
Aquitectura BIM en estudios pequeños, ¿merece la pena?

Imagina que todo el proyecto estuviera conectado: que al modificar un muro en planta, ese cambio se reflejara también en el alzado, en la sección, en la medición y hasta en el cronograma de obra.

Eso no es magia, es simplemente trabajar en BIM: una metodología que parte de un modelo digital único, en el que cada elemento contiene información geométrica, técnica y cuantificable.

A diferencia del CAD tradicional —donde dibujamos líneas y capas—, en BIM construimos virtualmente el edificio antes de que exista. Cada muro, ventana o instalación “sabe” lo que es, tiene propiedades, se puede medir, planificar, modificar. Y lo más importante: todo está conectado y se actualiza de forma coherente.

BIM no es un software en concreto, sino una forma de trabajar y coordinar equipos, fases y disciplinas en torno a un modelo común. Y a ese modelo se le pueden añadir distintas dimensiones de información:

  • 3D → geometría
  • 4D → planificación temporal
  • 5D → costes y mediciones
  • 6D/7D → sostenibilidad, mantenimiento, ciclo de vida

No todas las fases ni proyectos necesitan llegar tan lejos, pero incluso en su forma más básica, BIM mejora la coordinación, reduce errores y aporta trazabilidad a cada decisión que se toma en proyecto.

En resumen:

BIM no solo cambia cómo dibujamos, sino cómo pensamos, proyectamos y colaboramos.

Y aunque sus ventajas son evidentes, todavía persiste una pregunta entre muchos estudios pequeños…

Imagen de un esquema que muestra los pasos que integran la metodología BIM hecha por Econova Institute
Ejemplo esquematizado de la Metodología BIM | Econova Institute

¿Y si BIM no fuera solo para los grandes estudios?

Es una duda razonable. De hecho, es una percepción bastante extendida en el sector: que la metodología BIM está pensada para grandes despachos, con equipos numerosos, proyectos complejos y presupuestos holgados.

¿Los motivos? No son infundados.

  • Por un lado, el coste inicial de licencias, equipos y formación.
  • Por otro, la curva de aprendizaje, que puede parecer inasumible para un equipo reducido con carga real de trabajo.
  • A eso se suma la sensación de que implementar BIM “bien” requiere una estructura interna que muchas veces no se tiene.

Según un caso de estudio publicado por Springer en 2025 (The impact of BIM on project time and cost: insights from SMEs), las pequeñas y medianas oficinas de arquitectura suelen enfrentarse a tres barreras principales al adoptar BIM:

  1. Inversión económica alta en las fases iniciales
  2. Falta de personal especializado
  3. Dificultad para ver un retorno inmediato.

Pero… ¿y si no fuera del todo cierto? ¿Y si, en lugar de pensar en BIM como una “infraestructura pesada”, empezáramos a verlo como una herramienta escalable que puede adaptarse también a un estudio pequeño, con estrategia y sentido común?

Adoptar BIM no es sencillo, y mucho menos automático. Pero si se hace con cabeza, puede ser una herramienta que multiplica la eficiencia de un estudio pequeño, no que la sobrecarga. Porque más allá del mito, BIM sí puede aportar valor real, incluso en equipos reducidos. La clave está en saber dónde están esos beneficios… y cómo aprovecharlos.

Imagen de un diseño hecho a través de la metodología BIM en Momp Estudio
Modelo “Casas Fiord” hecho con la Metodología BIM | MOMP ESTUDIO

¿Qué puede aportar BIM realmente a un estudio pequeño?

Aunque muchas veces se asocia BIM a grandes proyectos y estructuras complejas, lo cierto es que su valor no depende tanto del tamaño del estudio como de cómo se integra en el día a día del trabajo. En un despacho pequeño, donde cada hora cuenta y los recursos son limitados, la eficiencia y la coordinación lo son todo. Y ahí es donde BIM puede marcar la diferencia.

Por ejemplo, el hecho de trabajar con un modelo único y coherente permite ahorrar tiempo (y errores) en la elaboración de planos, detalles, mediciones y documentación. Cambios que antes exigían revisar decenas de archivos, ahora se gestionan desde una sola fuente, con un margen de error mucho menor.

Además, cuando los recursos son limitados, poder detectar interferencias o conflictos técnicos antes de llegar a obra no solo evita problemas: ahorra dinero y protege la reputación del estudio. En equipos pequeños, donde cada proyecto cuenta, ese tipo de control puede marcar la diferencia entre un proceso fluido o un proyecto que se complica innecesariamente.

Otra ventaja importante es la imagen profesional que ofrece trabajar en BIM. Muchos clientes, promotores o técnicos externos valoran —cada vez más— poder recibir modelos abiertos, compartir documentación coordinada o visualizar el proyecto en distintas fases. Incluso en licitaciones públicas, el uso de BIM puede ser un factor diferenciador o directamente un requisito.

No se trata de adoptar BIM por moda o por presión, sino de hacerlo porque puede ayudarte a trabajar mejor, no más. En estudios pequeños, donde cada decisión estratégica pesa, introducir BIM poco a poco, en los procesos que más lo necesitan, puede ser una forma inteligente de crecer sin perder el control.

¿Dónde están las dificultades para un estudio pequeño?

La buena noticia es que no hace falta adoptar BIM de golpe ni en su versión más avanzada. Al contrario: en un estudio pequeño, lo más inteligente es empezar poco a poco, en función de los recursos, del tipo de proyectos y del equipo que tengas.

Una buena estrategia es integrar BIM en fases concretas del proyecto donde aporte valor real: por ejemplo, en la generación de planos y mediciones, en la coordinación con técnicos externos, o en proyectos con muchas repeticiones. Puedes empezar con un único software, un solo proyecto piloto o incluso solo una persona del equipo como referencia interna.

Lo importante no es saberlo todo, sino crear una base firme sobre la que crecer. BIM no es solo una herramienta, es una forma distinta de pensar el proyecto, y eso requiere tiempo, ajustes y ensayo-error. Pero una vez entra en el flujo de trabajo, es difícil volver atrás: porque los beneficios, aunque no sean inmediatos, son evidentes.

Obviamente también hay dificultades: Durante años, sin embargo, existió cierta resistencia al uso de software como Revit, una de las plataformas más conocidas que trabaja bajo metodología BIM. Muchos arquitectos formados en sistemas tradicionales veían en estos programas una amenaza al proceso creativo: ya no se “dibujaba” cada tabique o cada ventana, y las geometrías parecían rígidas o limitadas frente a la libertad del trazo manual. Pero eso ha cambiado. Las nuevas versiones han ganado flexibilidad, precisión y compatibilidad con herramientas de diseño paramétrico, abriendo un abanico de posibilidades de diseño mucho más amplio que el que ofrecía el trabajo en 2D con AutoCAD.

Por eso, más que preguntarse si un estudio pequeño “puede permitirse” trabajar en BIM, quizás haya que darle la vuelta: ¿Puede permitirse no hacerlo?

Imagen de Rafa García Devesa

Rafa García Devesa

Arquitecto y empresario. Director de MOMP ESTUDIO, donde combino la técnica y el diseño con la dirección y gestión integral de proyectos. Mi labor se centra en impulsar una arquitectura contemporánea, rigurosa y sensible, entendida como un proceso coordinado entre técnica, personas y propósito.

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