¿Y si un algoritmo pudiera diseñar un edificio?
No estamos tan lejos de eso. Hoy, la inteligencia artificial ya dibuja planos, optimiza estructuras, calcula consumos e incluso genera renders fotorealistas en cuestión de segundos.
Los estudios más punteros del mundo la utilizan para automatizar tareas repetitivas, predecir el comportamiento energético de los edificios o generar miles de variaciones de un mismo diseño antes de decidir cuál construir.
Según el Royal Institute of British Architects (RIBA), más del 40 % de los estudios de arquitectura en Reino Unido ya emplean herramientas de IA en alguna fase del proceso de diseño, principalmente en la gestión de datos, modelado o análisis de eficiencia energética.
Sin embargo, cada avance tecnológico trae consigo una pregunta inevitable:
¿Hasta qué punto la inteligencia artificial puede —o debe— participar en el proceso creativo?
Lo cierto es que la IA no solo está transformando la forma en que proyectamos, sino también la manera en que pensamos la arquitectura.
Y eso, lejos de ser una amenaza, puede convertirse en una oportunidad enorme para quienes sepan integrar esta herramienta con criterio, sensibilidad y propósito.
Pero, cómo todos los cambios disruptivos también puede llegar a dar miedo…
Por qué la IA genera miedo (y por qué no debería)
Cada revolución tecnológica en la historia de la arquitectura ha traído consigo un cierto vértigo.
Pasó con el dibujo asistido por ordenador, con la irrupción de la impresión 3D o con la llegada del modelado BIM. Y ahora vuelve a ocurrir con la inteligencia artificial.
El miedo no es tanto a la herramienta en sí, sino a lo que creemos que puede quitarnos: el control del proceso creativo, el valor de la experiencia o incluso la autoría del proyecto.
Es comprensible.
Durante siglos, el trabajo del arquitecto ha estado ligado al trazo, al oficio manual, a esa relación directa entre la mente, la mano y el material. Y la IA, en apariencia, rompe ese vínculo.
Sin embargo, la creatividad nunca ha estado en el medio, sino en la intención. Un lápiz, la metodología BIM o un algoritmo no hacen arquitectura por sí mismos; solo amplían las posibilidades del que las utiliza.

La inteligencia artificial no sustituye la mirada del arquitecto: la potencia, al liberar tiempo, acelerar procesos y permitir explorar soluciones que antes eran imposibles.
Un estudio de la Harvard Graduate School of Design subraya precisamente eso: la IA no elimina el papel del diseñador, sino que reconfigura su rol hacia tareas de análisis, decisión y estrategia, dejando atrás la parte más repetitiva del proceso.
La amenaza, por tanto, no está en la tecnología, sino en cómo decidimos usarla.
La IA puede deshumanizar la arquitectura si se emplea sin criterio, pero también puede ayudar a potenciar el toque humano si se convierte en un medio para entender mejor las necesidades, los datos y el contexto del lugar.
La oportunidad real: una herramienta para diseñar mejor
Más que una amenaza, la inteligencia artificial puede ser una aliada estratégica en el proceso arquitectónico. No para reemplazar al arquitecto, sino para ayudarlo a tomar decisiones más informadas, precisas y sostenibles.
Uno de los campos donde la IA ya muestra su potencial es en la optimización energética y estructural. Los algoritmos pueden analizar miles de variables —orientación, climatología, materiales, consumo, radiación solar— y proponer configuraciones que minimicen la huella ambiental del edificio desde la fase de diseño. Esto no solo ahorra tiempo y recursos, sino que integra la sostenibilidad desde el origen del proyecto, no como añadido posterior.
También ha revolucionado el modo en que visualizamos y comunicamos los espacios. Con herramientas de IA generativa, como Midjourney o D5 Render, los arquitectos pueden explorar atmósferas, materiales o formas con una rapidez impensable hace apenas unos años. Y aunque el render perfecto no hace un buen edificio, sí ayuda a imaginar mejor y decidir con más claridad.
Y, por seguir con estudios que ya se han hecho sobre el medio, un informe del World Economic Forum destaca precisamente esto: la IA aplicada a la arquitectura puede reducir hasta un 30 % el tiempo de diseño y un 20 % los costes de construcción, al mejorar la coordinación entre disciplinas y evitar errores tempranos.
Lejos de limitar la creatividad, estas herramientas abren nuevas formas de pensar el espacio. El reto no está en competir con la máquina, sino en enseñarle qué buscar, cómo priorizar y qué valores poner en el centro del diseño.

Casos de éxito de IA en arquitectura
Algunos de los estudios más innovadores del mundo han entendido que la IA no reemplaza la creatividad, sino que la potencia.
- Zaha Hadid Architects (ZHA), por ejemplo, ha desarrollado junto con la empresa AI Build sistemas de impresión 3D y generación de geometrías mediante algoritmos predictivos, capaces de adaptar la forma arquitectónica a condiciones estructurales y materiales cambiantes.
- En Japón, Nikken Sekkei está empleando IA para analizar patrones de ventilación natural y radiación solar en grandes desarrollos urbanos, optimizando la eficiencia energética de barrios enteros antes de construir una sola pieza.
- BIG (Bjarke Ingels Group) ha incorporado procesos de IA en la exploración formal y en la toma de decisiones iniciales. En su proyecto AI City en Chongqing (China), los algoritmos analizaron miles de configuraciones urbanas posibles para equilibrar densidad, soleamiento y vistas, combinando datos ambientales y sociales.
- Otro ejemplo notable es el estudio Foster + Partners, que utiliza sistemas de aprendizaje automático para simular comportamientos estructurales en rascacielos de vidrio y acero, reduciendo peso y consumo energético.
Estos casos demuestran que la IA no sustituye la mirada del arquitecto; la amplifica, permitiendo tomar decisiones más complejas con una visión más global.

La integración de la IA en MOMP ESTUDIO
En MOMP ESTUDIO, la inteligencia artificial forma parte del proceso de trabajo de manera natural y transversal. La utilizamos principalmente en tres líneas:
- Por un lado, aplicamos IA en el análisis de datos que recogemos de nuestras obras, con el objetivo de mejorar la toma de decisiones y retroalimentar futuros proyectos.
- En paralelo, desarrollamos asistentes internos que recopilan experiencias reales de obra y facilitan la transmisión de conocimiento dentro del equipo, ayudando a que cada proyecto se beneficie de la experiencia acumulada del estudio.
- Y, en la fase conceptual, usamos IA para explorar variaciones de diseño y generar presentaciones de conceptos que agilizan el diálogo con el cliente y permiten visualizar con mayor precisión las intenciones arquitectónicas.
En nuestros despachos de Alfaz del Pi y Valencia, nuestro objetivo sigue siendo el mismo: integrar la tecnología sin perder la sensibilidad humana, aprovechando la IA como herramienta de precisión al servicio de una arquitectura con propósito.

El papel del arquitecto en la era de la IA
Al final, la inteligencia artificial puede predecir patrones, pero no puede sentir el espacio. Puede optimizar un edificio, pero no entender el alma de un lugar, el Genius Loci.
Por mucho que avance la tecnología, hay algo profundamente humano en la arquitectura que ningún algoritmo puede replicar: la intuición, la empatía y la capacidad de crear algo único.
Esa conversación silenciosa con la luz, el clima, los materiales o la memoria del entorno.
No se trata de renunciar a la IA, sino de enseñarle a trabajar con nosotros. De ponerla a nuestro servicio, no al revés. Porque si el arquitecto pierde la intención, la tecnología solo sabrá producir formas vacías; pero cuando se une la inteligencia humana con la artificial, nace una arquitectura más consciente, más precisa y, paradójicamente, más humana.
Yo creo que la clave no está en elegir entre tradición o innovación, sino en encontrar el equilibrio.
En seguir diseñando con cabeza, pero también con alma.